“Se ve con un ojo, se siente con el otro”
Paul Klee
Ver no es un acto pasivo, por el contrario es una acto intencionado que está relacionado a un punto de vista único (el de cada uno de nosotros), a un aquí y a un ahora. Quienes somos, nuestros conocimientos, experiencias y contexto, condiciona lo que vemos, nuestra percepción.
Anaïs Nin dice “No vemos las cosas como ellas son, sino vemos las cosas como nosotros somos”. “Cada uno ve lo que sabe” dice Munari (diseño y comunicación visual) y en ese contexto cito el siguiente ejemplo:
“Es sabido que un buen impresor cuando coge un libro nuevo y lo mira y vuelve a mirar por todas partes, abre la cubierta, acompañándola con la mano, observa caracteres tipográficos, la manera cómo están dispuestos y de qué tipo son, y si son originales o de fundición secundaria, observa y critica el papel, la encuadernación, el dorso del libro si es recto o curvado, la manera como empieza el texto (a qué altura), cómo son los márgenes, cómo termina, cómo está dispuesta la numeración, y tantas otras cosas.
Un lector que nada sabe de impresión lee el título y el precio, compra el libro y lo lee, pero si se le pregunta el carácter que tenía el título, no sabe responder, no le interesa. En su mundo privado de imágenes no existen puntos de contacto con estas cosas que no conoce” Su ojo no se detiene, no repara en ellas.
Al mirar en profundidad entonces, lo que hacemos es crear nuevos y múltiples puntos de contacto que nos conectan con nuestra realidad; entrenamos nuestros ojos para ampliar estos puntos lo que implicaría ser capaces de ver más y comprender más.
Pero en este mismo proceso, cuando ganamos también perdemos. Adquirir algo nuevo como ese conocimiento profundo sobre lo que vemos, implica no ser capaces de volver a la ceguera anterior en la que vivíamos. Difícilmente podremos mirar con la inocencia inicial una silla luego de comprender cómo éstas funcionan y mucho menos luego de diseñar una.
Richard Saul Wurman dice “desde el minuto que aprendemos algo, olvidamos cómo era no saberlo”.
Nos esforzamos tanto en aprender a mirar para comprender nuestro mundo, y sin embargo en paralelo cuando salimos a observar, como hacemos acá en la escuela, lo que buscamos es desligarnos de nuestros conocimientos preconcebidos. Así es, como en analogía con las arenas de la ciudad abiertas, hablamos del incesante volver a no saber, que no es la ignorancia respecto a una sabiduría (texto de apertura de terrenos).
A final de cuentas parece que lo que tratamos de hacer es aprender a mirar, para aprehender lo que nos rodea, para formar y fortalecer esos puntos de contacto con la realidad visual que de otro modo pasarían desapercibidos; pero a la hora de diseñar (el momento verdaderamente creativo, de hacer aparecer algo nuevo) aprendemos a observar y con ello a entrar en el trance de desaparecimiento donde no sean nuestros conocimientos, experiencias y contexto, lo que condicione lo que estamos observando, sino que se nos revele lo nuevo, lo puro y para eso estamos abiertos.